domingo, 20 de marzo de 2011

La infravalorada

Hoy voy a hablaros de la educación en la infancia. Esa etapa de la vida que, para bien o para mal, tiende a influirnos de forma bestial. Muchas veces ésto pasa desapercibido, pero si nos paramos a pensar vemos el gran poder que ha tenido en nosotros: nos han educado, de mejor o peor forma, nos han mostrado un camino u otro, nos han mostrado afecto y apoyo o nos han hecho crecer sin él… Sea como sea, sea impartida por una persona sin lazos familiares, sea impartida por un familiar, sea impartida por un buen educador, por uno malo, por uno que ni si quiera sabe que está educando… Sea como sea nos ha influido.

Hay veces que esta educación es la puerta hacia una persona equilibrada, con seguridad en sí misma, con capacidad para dar y recibir cariño, una persona a la que la han hecho saber su valía, ser consciente de sus defectos, ser fuerte y saber disfrutar.

Sin embargo hay veces que esta educación es la culpable de que una persona tenga la autoestima escasamente desarrollada, que no se quiera a sí misma, que sólo vea sus defectos y sus virtudes no las entienda como tal, una persona que no es capaz de mostrar su cariño ni de recibirlo, una persona frágil y rota.

Estos no son sino una de las múltiples posibilidades de los efectos de la educación, unos ejemplos cualquiera que dejan entrever la gran importancia de la educación. Ejemplos que podría seguir poniendo sin parar. Ejemplos de muchísimas realidades. Es por eso por lo que es sumamente necesario ser buenos educadores, tal y como una vez tuve la oportunidad de oír, la clave está en unir normas y cariño. Normas excentas cariño y cariño excentos de normas no tienen sentido, llevan a consecuencias futuras de diferente índola y de probablemente grandes repercuisiones.

Ser educadores es una responsabilidad y no debería ser tomado a la ligera, porque puede tener consecuencias muy, muy importantes… puede tanto crear una persona con muchas probabilidades de ser feliz como destruir la vida de una persona y dejarla rota.  Estos efectos además son difíciles de borrar. Educar no es un juego de niños. Educar es una gran responsabilidad infravalorarda en esta sociedad. La infravalorada educación. No seamos irresponsables, educar no, no es un juego de niños.


Como leí en un sabio cuadro continúas veces, educar es a la vez la mejor y la peor herencia que podemos dejar a nuestros educandos.

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