viernes, 11 de febrero de 2011

Conocer y sentir

Conocer y sentir. Dos verbos que a simple vista pueden resultar parecidos, incluso en algunos contextos se podrían cambiar sin problema. Sí, dos verbos que guardan relación, pero también dos verbos que esconden muchas diferencias. Dos verbos que sí analizamos y divagamos en ellos nos damos cuenta que albergan aspectos muy diferentes. No es lo mismo sentir que conocer. No es lo mismo conocer que sentir.

Puedes conocer lo que es estar tres días sin comer ni beber, puedes leerlo en libros, verlo en documentales, en una persona cercana a ti. Ver como su cara palidece, ver cómo está desesperada, frágil y deseosa. Pero no sabes lo que es sentirlo hasta que no notas como tu boca se acartona por la falta de líquido, como tu impotencia se hace más y más grande, como te sientes débil, como tus piernas empiezan a flaquear y tu pensamiento se hace disperso, como los minutos pasan como horas, como darías tu vida por un sorbo de agua.

Igual ocurre con el amor. Puedes conocerlo pero no sentirlo. Te pueden contar lo que es estar enamorado, te pueden tratar de describir ese indescriptible sentimiento, pueden contarte como al poseerlo sientes que tu vida cobra sentido, sientes que el tiempo se detiene al mirar a esa persona, como la pasión, el deseo, el cariño, la dulzura invaden el mundo. Pero no sabrás lo que es sentirlo hasta que al ver su sonrisa sientas que es tu único alimento, al mirar sus ojos sientas que son la mayor belleza, al tocarlo, al oírlo, al tenerlo, sientas que el mundo no existe, sientas que la felicidad plena tiene nombre propio, sientas que al despertarte el roce de su piel tus lágrimas se escapan sin querer, sientas refugio en el pecho más confortable que hay sobre la faz de la tierra, sientas que hace que tu vida sea vida, sientas que hace que tu vida sea él.

De igual forma puedes conocer lo qué es la felicidad pero no saber lo que es sentirla. Un amigo te puede describir con todo detalle la felicidad, puedes ver como su día a día es un sueño hecho realidad, puedes ver como llora de felicidad, sí, puedes conocerla pero no sentirla. No sabrás lo qué es sentirla hasta que no sean tus propios ojos los que se estremezcan al ser feliz, hasta que no sientas como tus sonrisas se esbozan sin querer, hasta que no te acuestes y tus vellos se ericen al ser consciente de que la felicidad plena alberga en ti, hasta que no sientas como tus lágrimas rebosan de tus ojos al sentir la felicidad plena, no, hasta entonces no lo sabrás. Y es que no, no es lo mismo sentir que conocer.

Igual ocurre con la amistad, no es lo mismo sentirla que conocerla. Puedes leer, ver en una película, o te pueden contar con todo detalle, lo que es. Puedes conocer cómo existen personas que se apoyan mutuamente, personas que se quieren, personas que son una. Puedes conocer cómo la complicidad, el cariño y la ternura envuelven el ambiente. Pero puedes no sentirla. Pues no saber lo que se siente cuando no necesitas hablarle a esa persona para comunicarte, cuando vuestro pensamiento es uno, cuando lloras de alegría por su felicidad, cuando te muestras fuerte cuando está triste, y sin embargo, a solas derramas tus lágrimas, cuando sientes lo que es llorar su pena y reír su alegría. Cuando sabes que nunca estarás solo. Cuando al tomar su mano te sientes la persona más fuerte del mundo. Cuando al mirarla lloras de plena felicidad. Cuando sientes la felicidad.
                                           
            Conocer es bello, sentir es mágico. Y tú, ¿sientes o conoces?


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