lunes, 25 de enero de 2010

Personas.

Las etiquetas. En muchas ocasiones tendemos a etiquetar a las personas. Por ejemplo, tendemos a ponerle nombre a las minusvalías para así agrupar y poder establecer formas de actuación y/o tratamientos comunes. Para, de esta forma, hacer más efectiva y eficiente una posible intervención. Ésto posee aspectos positivos como los aquí nombrados, pero también posee efectos negativos y no son sino los efectos de la generalización. Efectos que se producen tanto en la sociedad en general, como, específicamente, en los profesionales.

Estén bien fundamentadas o no las generalizaciones hacen que tendamos a extrapolar esta característica a todos los pertenecientes al grupo en concreto, olvidándonos de que cada personas es única y diferente, pertenezca al grupo social que pertenezca. Sí, además está mal fundada los efectos pueden ser mucho peores. Así ocurre con la generalización que me gustaría usar para ejemplificar esta idea, y, de camino, para difundir una información que considero muy necesaria. Generalización en torno a los autistas.

Cuando hablamos de un autista pensamos en una imagen estereotipada de ellos, pensamos en una persona con limitaciones del lenguaje, una persona que no tiene amigos, que no le gusta relacionarse, que es muy inteligente, que tiene aficiones obsesivas y raras... En el caso de los autistas gran parte de las características que componen esta imagen estereotipada, en base a mi experiencia, puedo decir que generalmente no se cumplen.

Las alteraciones en el lenguaje, en la imaginación y en la forma de llevar a cabo las relaciones sociales existen en los autistas. Son tres condiciones que han de darse necesariamente para diagnosticar a un autista. Pero éstas alteraciones no tienen porque ser menores al nivel medio de la sociedad.

Es decir, por ejemplo, en el caso de la imaginación, hay veces que es alterada debido al menor nivel de la misma en comparación con la media social y hay veces que esta alteración se debe a un mayor desarrollo de la misma; al hablar del grado de inteligencia diremos que la inteligencia no siempre tiene porque ser mayor a la media, también puede ser menor o igual; en el caso de las relaciones sociales, pueden ser tanto de una menor intensidad que la media como de una mayor intensidad (en el sentido, por ejemplo, de los autistas que hablan más que la media). En la mayoría de los casos que yo he podido ver en los que hay una relaciones sociales de menor intensidad no se debe, a pesar de la idea social existente, a que los autistas no quieran relacionarse, sea debe a que no saben hacerlo como se tiende a hacer en esta sociedad. Las relaciones sociales es un código sumamente complejo y ellos tienden a presentar dificultades para entenderlo y llevarlo a cabo, bien sea elevando la intensidad media de las relaciones sociales bien sea disminuyéndola.

Con éste escrito no quiero decir que considere que debamos ignorar las generalizaciones. Quiero decir que pienso que no debemos olvidar que las generalizaciones no son más que eso, generalizaciones, ideas que describen las características comunes que tienden a tener las personas que pertenecen un grupo social.

Por ello que creo que debemos, primero, ser concientes de si realmente se ajusta a la realidad o no, es decir, ver si esas características son ciertas en la mayoría de las personas que pertenecen a ese grupo o no. Y, segundo, nunca olvidarnos que habla de la mayoría de personas de ese grupo, pero no de todas, por lo que no siempre ha de cumplirse, además, no debemos nunca olvidar, que, en caso de que se cumpla con esa determinada persona, describe sólo una parte de ella, ya que esa persona poseerá muchas otras características, por lo que, insisto, sólo describiría una parte de ella.

Para finalizar diré que no debemos olvidarnos que hablamos de personas, personas únicas y diferentes, pertenezcan al grupo social que pertenezcan. Por lo que es muy importante que no dejemos que el estereotipo eclipse a la persona. Sin más, gracias por vuestra lectura.

No hay comentarios: