sábado, 30 de octubre de 2010

A ti

El otro día escuché de casualidad una conversación de esas que suelen pasar inadvertidas, de esas que suceden de forma normal entre personas diariamente. En ella una mujer de cuarenta y largos años hablaba con una niña de unos tres. Denotaban confianza y cariño. La niña, con su dulce y quebradiza voz, le contaba a la mujer como una amiga suya no le dejaba nunca sus juguetes. El tono de la cría mostraba un cierto enfado. La mujer ante esas palabras le contestó de forma también enojada pero suave “¿qué no te los deja? eso está muy feo, ¿eh? Si no te los deja, tú no se los dejes a ella. ¡Hombre! tú díselo. Dile sino me los dejas, no te los dejo yo a ti. Y no se los dejes más hasta que no te los deje. Porque eso está muy feo”.

No es la primera vez que escucho conversaciones así, de hecho, es algo que considero normal, que no positivo, ahora mismo no entraré en valoraciones. Pero no puedo evitar que me deje cavilando. Al observar el comportamiento de los niños notamos muchos aspectos que tienden a pasar desapercibidos por el dominio sociocultural en nuestras mentes. Es decir, apreciamos muchos aspectos interesantes. Pero no sólo es interesante ver cómo actúan ellos sino también analizar cómo actúan los adultos con respecto a ellos.

Al escuchar esta conversación miles de ideas me invadieron la mente. Una de ellas fue cómo tendemos a actuar de la misma forma en la que actúan los demás con nosotros. Si alguien es bueno conmigo yo lo soy con él ya que socialmente me incitan a hacerlo. Sin embargo, si él se porta mal conmigo no está mal visto que no actúe bien con él, e incluso, en algunas ocaciones debo portarme yo mal con él, “cuestión de dignidad” que dirían algunos.
Detrás de ésto yo creo que hay muchos aspectos a tener en cuenta, creo que inconscientemente esconde varias ideas. Esconde la reciprocidad, el sentimiento de vivir de la mejor forma posible, de ser ecológicos: por ejemplo, me merece más la pena ser bueno contigo que con otro, ya que tu también lo serás conmigo, es decir, es más rentable. Mi esfuerzo merecerá la pena, será recompensado. Pero si nos damos cuenta estamos atribuyendo de forma directa la palabra esfuerzo, vemos hacer el bien como un esfuerzo. Vemos aquí otra idea que esconde esta predominancia del ojo por ojo.

Esta idea sucede de forma muy frecuente. Si nos fijamos está presente en muchas situaciones del día a día. Cada día solemos ser serviciales con quien lo es con nosotros, solemos hacer favor con gente que también nos los hace o pudiera hacer a nosotros, solemos regalar a quien nos regala, felicitar a quien nos felicita, invitar a quien nos invita… Continuamente vemos como el ojo por ojo está presente. Considero que es una idea que se merece, cuanto menos, ocupar unos minutitos nuestras mentes, espero con estas líneas haber invitado a ello y así hacer que este texto no pase sin más por nuestra mente.

“Eres bueno con tu pareja si tu pareja lo es contigo, eres bueno con tus amigos si tus amigos lo son contigo, ¿por qué no ser bueno simplemente porque te apetezca A TI?”



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